MEVE
Meve era una joven princesa lyriana cuando se casó con el rey de Rivia. Reginald el Poderoso. Un día, su marido murió, y la dejó como única sucesora, convirtiéndose así en la reina de Lyria y Rivia. Los hijos de Meve eran muy jóvenes para gobernar por aquel entonces, y el consejo consideró que sería fácil de controlar. Era el momento perfecto para que sus enemigos de los Reinos del Norte tomaran ventaja de la poco experimentada y descolocada viuda que se estaba recomponiendo, y esperar victorias fáciles.
No sabían lo que les esperaba.
Meve se despojó de la seda y los vestidos, se enfundó en su armadura y se dirigió fuera de la ciudad liderando un ejército, dispuesta a enfrentarse a sus enemigos. Al principio, sus generales eran escépticos, algunos incluso se negaron a seguir sus órdenes. Decapitar a algunos ayudó. Luego, una tras otra, se sucedieron las batallas. Meve las ganó todas y obligó a sus enemigos a rendirse antes de la llegada de las nieves.
Muchos se siguen preguntando cómo pasó. Esta joven mujer que nunca recibió entrenamiento militar, no sabía nada sobre estratégia y no podía distinguir un ariete de una balista, pero que se deshizo de veteranos guerreros como si de peones se de ajedrez se tratase. Algunos dicen que fue porque era extremadamente inteligente, otros, que fue porque pasó las largas noches de invierno leyendo diarios de generales.
Lo que está claro es que Meve tiene una cualidad que la hace única, es absolutamente implacable. Se rodea de gente en la que confía, y se deshace de aquellos en los que no. Rápida y permanentemente.
Excepcional a la hora de leer a las personas y difícil de ser leída, es tajante a la hora de decir lo que piensa. Habla poco, prefiere escuchar a los demás, no muestra emociones, aunque podría fingirlas si hubiera necesidad. La gente dice que es hermosa, con su cabello rubio y sus almendrados ojos azules, pero su belleza asemeja más a la de las estatuas, fría e intimidante.
Rápidamente Meve se convirtió en una temida y respetada gobernante, sin ganas de deshacerse de la corona. Algunos ansían el trono. Pero se mantienen al margen, esperando el momento perfecto.